5 de septiembre de 2015

Todo lo ha hecho Bien


Evangelio de Marcos 7, 31-37

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, no podía hablar; y le pidieron que le impusiera las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:Effetá” (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían:Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".


“Todo lo ha hecho bien. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”

Todo lo ha hecho bien… ¿Qué es hacerlo todo bien? ¿Hacemos algo bien? Ojalá fuera, al menos,  esa nuestra intención, nuestra actitud. Hacer las cosas bien, desde que Jesucristo vino al mundo, es hacerlas a Su manera: con dignidad de Hijos, con amor verdadero, por el Reino, para gloria de Dios. Que lo que hagamos se inscriba en este “código”, el único válido; no validemos otros.
 
Apuntar hacia ese Bien consiste, en primer lugar, en escoger los “quehaceres”, dejando de llenar la existencia de tareas y actividades innecesarias y alienantes. Elijamos bien los “qué”, con decisiones audaces y libres, y luego centrémonos en el “cómo”.
 
El sordomudo es símbolo de la incomunicación. Cuando escuchemos y hablemos a nuestro prójimo, no veamos en él a su ego, su personaje, sino a su ser verdadero, su esencia inmortal. Eso requiere un aprendizaje para distinguir entre uno y otro, el virtual y el real, el vehículo y el conductor.

Pero para escuchar al prójimo, conviene primero aprender a escucharse a uno mismo y, sobre todo, escuchar a Jesús, porque solo Él tiene palabras de vida eterna, como leíamos en el Evangelio de hace dos domingos.

Profundizando en una de las cuestiones que se nos plantean hoy, ¿qué es hacerlo todo bien? ¿Ser eficaz, diestro, meticuloso, perfeccionista? ¿Tener talento? ¿Ser resolutivo? Sí, claro, todo eso y mucho más en la lógica del mundo. Pero para Dios es otro el Bien, no es el bien que se opone a mal, sino el Bien que integra y transmuta todo, el Bien que es Amor, Vida eterna; el Bien de lo que perdura.  

Jesús pasa haciendo el bien. Bien a todos, “buenos y malos” conscientes e inconscientes, despiertos y dormidos, esa es la justicia divina. Pasemos haciendo el bien, como el Maestro que todo lo transforma, todo lo hace nuevo. Evitemos acumular bagatelas, tareas inútiles, compromisos absurdos, distracciones, dispersiones… Vayamos una y otra vez al centro que lo hace todo vertical porque lo real-iza. Ese centro, camino estrecho, ojo de aguja, por el que pasa el eje vertical de la cruz, el único centro donde podemos empaparnos del Agua de la Vida que brota del costado de la Divina Misericordia. Es la verdadera fuente de transformación porque toma lo pobre, lo imperfecto e incompleto, lo “mísero”, y lo lleva al corazón “cor-cordis”: Miseri-cordia. Volvamos entonces una y otra vez a ese centro; metanoia, vuelta, conversión, con-versión, sin distracciones, sin olvidos, sin dispersiones.

Solo así podemos escuchar y hablar, abiertos, effetá, libres, capaces de distinguir entre las voces, Una, como el poeta bueno, y, en esa Voz, la palabra que sana y libera, la palabra de vida eterna que nos muestra el camino de regreso a Casa.

Sustituyamos las viejas y cansinas canciones de la lógica del mundo por la única Canción, el único Verso, el Universo Original del que venimos y al que volvemos.

Jesús proclama con claridad irrepetible la nueva lógica, esa que últimamente pretenden atribuirse “gurús” actuales. Nuevo Testamento, Evangelio, Buena Nueva, Todo fue ya pronunciado por Él, pero no nos damos cuenta. No lo oímos porque no Le escuchamos. Tenemos muchas veces los oídos cerrados a su Palabra, que es la única que salva. Solo Él tiene palabras de Vida eterna, pero por inercia, por masoquismo, por pura distorsión o por lo que sea, no Le escuchamos y preferimos palabritas mortales de seres virtuales, palabritas vanas que se transforman en eco y luego en nada.

Escuchemos a Jesucristo, sigámosle, pasemos como Él haciendo el bien. Recordemos la consigna de Santa Teresa que leíamos en el último post del blog amigo antes del verano, www.diasdegracia.blogspot.com, y que hemos intentado cumplir entre aguas turbulentas: No os pido más que Le miréis.



                               Señor, Tú tienes Palabras de Vida, Hermana Glenda


                                    Yo amo a Jesús, que nos dijo:
                                    Cielo y tierra pasarán.
                                    Cuando cielo y tierra pasen
                                    mi palabra quedará.
                                    ¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
                                    ¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
                                    Todas tus palabras fueron
                                    una palabra: Velad.
                                    Como no sabéis la hora
                                    en que os han de despertar,
                                    os despertarán dormidos,
                                    si no veláis: despertad.

                                                                  Antonio Machado

 

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