2 de diciembre de 2016

Dios te necesita para salvarte



La creación de Adán, Miguel Ángel



          Como dice San Agustín, Dios no nos ha necesitado para crearnos, pero sí nos necesita para salvarnos. Ahí está el quid de la cuestión. Es necesario trabajar sobre uno mismo, vencer las emociones negativas, desnudarnos de yoes, soltar apegos… Sí, es necesario trabajar, observarse, conocer, practicar técnicas de introspección… Pero solos no podemos salvarnos. Aunque fuéramos aventajados buscadores espirituales, impecables en la dedicación y el esfuerzo, con buena esencia y mejores técnicas, con disciplina férrea y buena voluntad. Solos no podemos…

          Pero ¿quién ha dicho que hemos de hacerlo solos?, ¿quién ha dicho siquiera que tengamos que autosalvarnos, autoliberarnos, autoconocernos, autotransformarnos? El propio prefijo “auto” ya es peiorativo: auto de automático, de mecánico, de máquina. En italiano auto y machina son lo mismo: coche, aparato, mecanismo… Es Él quien nos ha salvado, Él, con su infinito poder, su generosidad perfecta, su amor inagotable. Nosotros sólo tenemos que aceptar ese don de valor infinito. Aceptarlo conlleva un esfuerzo, y es así como participamos en la obra de Salvación. Aceptarlo no es sólo recibirlo, supone transformarnos a su medida, a su imagen, hacernos dignos de tan maravilloso regalo.

          Él nos da la salvación, la liberación, la vida eterna, la felicidad infinita… Y nosotros tenemos que aceptarla, viviendo de forma coherente con lo que ya somos: hijos de Dios, seres libres, llamados a un destino de salvación y felicidad eternos. Él, que ha hecho su morada en nosotros, nos salva y nosotros asentimos, pronunciando con nuestra vida entera, de entrega y devoción, de trabajo y servicio, el “hágase tu voluntad” que pronunció María y fue la puerta a la liberación de todos los hombres.
        No nos salvamos nosotros; no nos liberamos ni nos transformamos nosotros. Es Él quien nos salva y nosotros aceptamos con humildad y gratitud ese don y, vivimos en consecuencia con tal regalo. "Muchos son los llamados y pocos los elegidos..."; escuchar la llamada y responder hace que decidamos ser de los elegidos.
         Saber, aprender, intentar conocer las leyes y el funcionamiento del universo y de uno mismo es útil en ese trabajo de aceptación de Su redención para nosotros. Pero no es imprescindible, porque Él es la Ley. Viene al caso, de nuevo, el precioso Sutra Vimalakirti:
          "Los héroes se convierten en budas con un solo pensamiento, pero a los perezosos se les entrega las tres colecciones de los libros sagrados para que los estudien."
          O la lúcida contundencia de San Agustín: "Ama y haz lo que quieras."

          Pues eso, siempre mejor héroes libres, que perezosos cargados de normas, obligaciones y reglamentos vacíos de sentido. Mejor héroes libres, sí, respetando al que elige caminos más largos y sacrificados.

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