Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Juan 15, 9-11
La alegría es una necesidad y una fuerza para nosotros, también psíquicamente. Una hermana que cultiva el espíritu de alegría siente menos la fatiga y está cada día dispuesta a hacer el bien. Una hermana rebosante de alegría predica sin predicar. Una hermana alegre es como el rayo de sol del amor de Dios, la esperanza de la alegría eterna, la llama de un amor ardiente.
La alegría es una de las mejores garantías contra la tentación. El diablo es portador de temor y barro, toda ocasión para lanzárnoslo es buena para él. Un corazón alegre sabe cómo se ha de proteger.
Beata Teresa de Calcuta
Corren malos tiempos. Según la cronología hinduista, estamos en Kali Yuga, era de luchas e hipocresía, era de perdición, lo más alejado a la Edad de Oro.
Para los cristianos son los últimos tiempos, en los que esperamos la segunda venida de Nuestro Señor. Aunque Él no deja de venir cada día, en cada circunstancia, cada encuentro, cada instante si estamos despiertos, esas venidas intermedias que dan sentido a nuestra vida y nos sostienen. Porque Él sigue estando con nosotros, fiel a su promesa.
El planeta nos avisa con desastres naturales de que hemos ido demasiado lejos por ambición y soberbia. La sociedad está llegando a límites nunca conocidos de crispación y egoísmo. El sistema económico se hunde. Hay cada vez más zombis y menos hombres y mujeres íntegros. Los mensajes apocalípticos se propagan por doquier.
Nunca como hoy hemos de ser valientes y decididos, firmes en nuestras creencias y coherentes con nuestros principios. Pero esta actitud de responsabilidad y entereza no debe llevarnos a vivir con miedo o aprensión. Como dice la Beata Teresa de Calcuta, es el diablo el que nos envía barro, temor y amenazas, para separarnos de la alegría de los hijos de Dios. Y es que la esencia del diablo es la separación.
Un verdadero cristiano, que ha experimentado en su corazón la comunión con el Padre y con sus hermanos, no puede someterse al miedo ni dejarse amedrentar. El cristiano vive alegre y confiado, sin dejar de velar, pues no sabemos el día ni la hora. Velar, vigilar, estar atentos, sin temer ni cerrarse ni esconderse, sin dejar de amar. Donde hay amor no hay miedo.
Un verdadero cristiano, que ha experimentado en su corazón la comunión con el Padre y con sus hermanos, no puede someterse al miedo ni dejarse amedrentar. El cristiano vive alegre y confiado, sin dejar de velar, pues no sabemos el día ni la hora. Velar, vigilar, estar atentos, sin temer ni cerrarse ni esconderse, sin dejar de amar. Donde hay amor no hay miedo.
Que nada ni nadie nos arrebate nuestra alegría, la que Cristo nos confió; porque nada ni nadie, como dice San Pablo, puede separarnos de Él, que es también nuestro amor, nuestra libertad, nuestra esperanza, el único capaz de hacerlo todo nuevo.
"Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Rom, 8, 38-39)
"Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Rom, 8, 38-39)
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