29 de julio de 2011

Santa Marta

        
Santa Marta
Santa Marta, Sebastián Santos Rojas


               Hoy, día de Santa Marta, el sermón del Beato John Henry Newman: "Las lágrimas de Cristo en la tumba de Lázaro», nos ayuda en la reflexión del Evangelio.


Juan 11,19-27.

            Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
            Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta respondió: "Sé que resucitará en la resurrección en el último día". Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?". Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".



            Cristo vino para resucitar a Lázaro, pero el impacto de este milagro será la causa inmediata de su arresto y crucifixión (Jn 11, 46 s). Sintió que Lázaro estaba despertando a la vida a precio de su propio sacrificio, sintió que descendía a la tumba de donde había hecho salir a su amigo. Sintió que Lázaro debía vivir y él debía morir. La apariencia de las cosas se había invertido, la fiesta se iba a hacer en casa de Marta, pero para él era la última pascua de dolor.
            Y Jesús sabía que esta inversión había sido aceptada voluntariamente por él. Había venido desde el seno de su Padre para expiar con su sangre todos los pecados de los hombres y así hacer salir de su tumba a todos los creyentes, como a su amigo Lázaro. Los devuelve a la vida, no por un tiempo, sino para toda la eternidad.
            Mientras contemplamos la magnitud de este acto de misericordia, Jesús le dijo a Marta: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre." Hagamos nuestras estas palabras de consuelo, tanto en la contemplación de nuestra propia muerte, como en la de nuestros amigos.
            Dondequiera que haya fe en Cristo, allí está el mismo Cristo. Él le dijo a Marta: "¿Crees esto?". Donde hay un corazón para responder: "Señor, yo creo", ahí Cristo está presente. Allí, nuestro Señor se digna estar, aunque invisible, ya sea sobre la cama de la muerte o sobre la tumba, si nos estamos hundiendo, o en aquellos seres que nos son queridos.
            ¡Bendito sea su nombre!, nada puede privarnos de este consuelo: vamos a estar tan seguros, a través de su gracia, de que Él está junto a nosotros en el amor, como si lo viéramos. Nosotros, después de nuestra experiencia de la historia de Lázaro, no dudamos un instante de que él está pendiente de nosotros y permanece a nuestro lado.
Beato John Henry Newman (1801-1890)



            El Maestro Eckhart cree que Marta ha alcanzado una madurez espiritual superior a la de su hermana María.  En el sermón llamado “Marta y María”, ofrece una visión amplia y profunda sobre la experiencia mística y la vida cotidiana. A María, en plena experiencia espiritual, aún no le es posible acción alguna, debe limitarse a la contemplación de lo que le está siendo revelado. Marta, en cambio, ya ha experimentado lo que vive María en ese momento y lamenta su inactividad. Jesús pide a Marta que comprenda y respete el momento de María, porque aún le queda el aprendizaje que ella ya ha obtenido: la contemplación llevada a la vida cotidiana.
           
            Según el Maestro Eckhart, Marta habría llegado a esa integración y esa plenitud de la vida espiritual que hace posible que cada instante, cada actividad, cada gesto, cada palabra o cada silencio sean oración.


                                               DOS EN UNA

                                               Marta – María,
                                               María – Marta,
                                               la misma mujer,
                                               mirada y manos.

                                               Hacer cuando hay que hacer,
                                               hacer mirando.
                                               Marta – María – Marta;
                                               dos nombres, un latido.




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