31 de marzo de 2013

La luz brilla en las tinieblas (Jn 1, 5).


Evangelio de Lucas 24, 1-12

El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar”.” Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once y a los demás. María Magdalena, Juana y María la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a los Apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. Pedro, en cambio, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose vio sólo las vendas por el suelo. Y se volvió extrañado ante lo ocurrido.
 



Evangelio de Juan 20, 11-18
Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, del lugar donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella les contesta: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”. Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le dice: “¡Raboní!”, que significa: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”.” María Magdalena fue y anunció a los discípulos: “He visto al Señor y ha dicho esto”. que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.



                                           Noli me tangere, Fra Angelico



Ayer, estaba crucificado con Cristo,
hoy, soy glorificado con él.
Ayer, estaba muerto con él,
hoy, estoy vivo con él.
Ayer, fui sepultado con él,
hoy, he resucitado con él.
 
                                                                                          Gregorio Nacianceno
 

           Pero aún no se dieron mucha cuenta de que el mundo había muerto en la noche. Lo que aquellos contemplaban era el primer día de una nueva creación, un cielo nuevo y una tierra nueva. Y con aspecto de labrador, Dios caminó otra vez por el huerto, no bajo el frío de la noche, sino del amanecer.
                                                                                           G. K. Chesterton


             Pasó un Resucitador por el mundo y nació en el mundo una esperanza más grande que todos los siglos; la cual no morirá. Uno que ya no tenía esperanza ha escrito: "Jesús es simplemente la esperanza más grande que ha pasado por la Humanidad..."
            Oh Renán, escucha: No ha pasado.
                                                                                        Leonardo Castellani






               María Magdalena es la primera testigo de la Resurrección, por eso puede dar testimonio de ella. Nosotros también somos testigos de cómo el poder del Resucitado nos sigue rescatando de las fauces voraces del egoísmo, el hedonismo, la vanidad y la mentira. Es el mismo poder, la misma fuerza salvadora que nos anima, nos ayuda a levantarnos cada vez que caemos y dar a nuestras vidas un sentido cada vez más acorde con nuestra verdadera identidad.
Dichosos los que crean sin haber visto (Jn 20, 29). Y creer es realizar en la propia vida la misma experiencia de la vida de Jesús. Creer es sentir su presencia en nuestras vidas, recordando que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28, 20) y que, antes de subir al Cielo, dijo: tened valor, pues yo he vencido al mundo (Jn 16, 33). Si Él ha vencido al mundo por nosotros, también lo hemos vencido con Él.
La Resurrección, ese misterio inexplicable, se vuelve accesible cuando, con el corazón abierto, expandimos la consciencia y aprendemos a mirar más lejos, más alto, más hondo. Entonces recuperamos los ojos que ven y los oídos que oyen, y descubrimos que el labrador no es tal, y, al oír nuestro nombre en Su voz recuperada, volvemos a nacer, resucitamos.
             Si creer en Él supone, como desveló a Marta, no morir para siempre (Jn 11, 25), creer en su Resurrección es ya resucitar. Creer en Él, tratar de vivir como Él, hacer nuestra Su experiencia…         
             María fue la primera testigo de la Resurrección, la primera resucitada. El Suyo es el Cristo Resucitado, porque también supo hacer suyo al Jesús que recorría los caminos polvorientos y enseñaba, curaba, ayudaba, perdonaba, Aquel que no tenía donde reposar la cabeza. Pero, sobre todo, porque hizo suyo al Jesús crucificado, siendo fiel hasta el final, como casi nadie, como la Madre, como Juan, el apóstol amado, con quien tanto comparte, en el terreno de lo inefable, la discípula amada.
             Resucitar con Él para seguir amando y ayudar a los demás a alumbrar la nueva vida; para vivir de verdad, porque hemos perdido demasiado tiempo sobreviviendo o dormitando. Dice Thomas Keating: “La segunda venida de Cristo puede ocurrir de dos maneras: con el final de los tiempos (sólo Dios sabe cuándo) o por nuestro acceso a la dimensión eterna dentro de nosotros.”
Cuando uno descubre, como María, que no puede vivir sin Él porque sin Él no es nada y con Él lo es todo, empieza a buscarle dentro, hasta que logra acceder dentro de sí a la dimensión en la que ya es uno con Él y con los hermanos.
Resucitar con Él, hoy y cada día, hasta la definitiva Resurrección, cuando Él transforme nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo (Fil 3, 21).



                                                            METANOIA[1]

                                                                            Jesús le dice: “¡María!” Ella se vuelve y le dice
                                                                            “¡Rabboni!”, que significa “¡Maestro!”

                                                                                                                                    Juan 20, 16

No sé de cuántas formas
habré escrito mi nombre...,
y todas ilegibles,
incomprensibles todas,
falsificaciones
de un original
más sencillo y fiel,
más claro y esencial.
Solo él me nombra
y me hace libre
si al oírlo me vuelvo,
reconozco Su voz,
recupero mi voz
y Le respondo.
 

[1]Metanoia: del griego, volverse, dar la vuelta, movimiento interior de transformación de mente y corazón. Cambio de los significados y sentidos de la vida.
 

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