2 de noviembre de 2011

El duelo y la alegría





                 Secuencias de Tierras de Penumbra de Richard Attemborough





                                      Tú que tantas cosas haces para morir lo más tarde posible,
                                      haz siquiera alguna para no morir jamás.
                                                                                                                    San Agustín


                                                                                    Que el mismo albo lino
                                                                                     que te vista, sea
                                                                                     tu traje de duelo,
                                                                                     tu traje de fiesta.

                                                                                      
                                                                                                     Antonio Machado
 

            La fiesta, todas las fiestas de nuestra vida son una preparación al duelo. Y el duelo, todos los duelos de nuestra vida son una preparación para la fiesta verdadera y definitiva.
            Algo así nos transmite la película Tierras de Penumbra, sobre la vida de C. S. Lewis. La felicidad de hoy es parte del dolor de mañana; y el dolor de hoy es parte de la felicidad de ayer. Lo bueno, lo maravilloso es que al final sólo hay felicidad, alegría, plenitud de amor.

            En Una pena en observación, el libro–catarsis que escribió tras la muerte de su esposa, Joy, dice el propio Lewis:

            “Vamos a suponer que las vidas terrenales que ella y yo compartimos durante unos pocos años no sean en realidad más que el fundamento, el preludio o la apariencia terrena de otros dos algos inimaginables, supercósmicos y eternos. Esos algos podrían ser representados como esferas o globos. Por donde el plano de la Naturaleza los atraviesa, aparecen como dos círculos o rebanadas de esfera. Dos círculos que se tocaban. Pues bien, estos dos círculos y sobre todo el punto en que se tocaban es lo que realmente echo de menos, de lo que tengo hambre, por lo que llevo luto. Me decís: “Se ha ido”. Pero mi corazón y mi cuerpo están gritando “¡Vuelve, vuelve! Vuelve a ser un círculo que toca el mío en el plano de la Naturaleza”. Esto es imposible, claro, ya lo sé. Sé que la cosa que más deseo es precisamente la que nunca tendré.
            (…) Y el pasado es pasado, que no otra cosa quiere decir el tiempo, porque el tiempo en sí mismo no es ya más que otro nombre de la muerte, y el mismo cielo una región donde han ido a parar las cosas de antaño, al fallecer.
            Habladme de la verdad de la Religión y os escucharé de buen grado. Habladme de los deberes de la Religión y os escucharé sumiso. Pero no vengáis a hablarme de los consuelos de la Religión, o tendré que sospechar que no habéis entendido nada.”

            Duele haber perdido justo ese lugar donde los círculos se tocan…, se lamenta Lewis. Pero es que no se pierde, sigue presente aunque no lo veamos con estos ojos físicos. Sigue tan presente y real como cuando nos hizo estremecer de alegría o de ternura. Sigue presente y real todo lo que ha existido de veras, lo consciente, lo que hemos logrado preservar porque lo hemos rescatado de la muerte, viviéndolo con el alma y los sentidos despiertos. Sigue presente, real, sustancia imperecedera que recuperaremos plenamente cuando nos hayamos liberado de los límites y hayamos rasgado definitivamente los velos del sueño.

            Lewis me diría, aún bajo los efectos del desgarro por la ausencia reciente: “pero no será exactamente igual…” Y yo le respondo (y me respondo), aunque él ya lo sabe: no será igual, será mejor, porque habrá perdido su componente limitado, condicionado por miedos, deseos y falsas creencias. Será exactamente igual en lo verdadero, lo que nos conmovió más allá de la sensiblería, lo que nos hizo dignos de ser llamados hombres, hijos del mismo Padre que no nos abandona, mucho menos cuando, golpeados por su silencio aparente, renegamos de Él. Será exactamente igual en el amor que nos ha unido aquí, en esta efímera expresión de la inmensidad eterna que ya somos.

            El apego engaña, ciega, es él el que nos martiriza y nos tortura. La renuncia, el soltar confiados, el hágase tu voluntad, nos consuela y nos transforma en seres ecuánimes y libres, que saben que hay mucho más de lo que muestran los sentidos, y que en ese mucho más no se pierde nada, ni siquiera lo que los sentidos muestran, aunque por un tiempo así nos lo parezca en la ilusión del sueño en que el dolor se recrea.

            Si mueres despierto, mueres preparado. Ya vamos descubriendo las tramoyas del sueño, experimentando que lo real es infinitamente mayor que lo que nuestros ojos mortales ven y nuestros oídos mortales oyen.

            Si te has vivido como esfera inmensa, no te dolerá perder ese segmento plano, círculo bidimensional del que habla Lewis. Porque sabes que no lo pierdes, que sigue formando parte de ti y de tu existencia en ese Reino lleno de maravillas que ni ojo vio ni oído oyó.

            Entonces dejamos de vernos y vivirnos planos, condicionados, aferrados a ese círculo que no es más que una millonésima parte, o menos, de esa esfera perfecta donde todo, incluso las miserias que la limitación ilusoria del círculo bidimensional ha generado, se transforma en perfección, pura luz creadora donde está todo, se integra todo, vibra todo lo existente, lo real, lo que no puede dejar de existir.

Allí no nos faltará nadie, ni nada de lo que es realmente bueno y verdadero. Porque lo que existe de verdad no puede desaparecer o dejar de existir y lo que nos ha llenado y abierto el corazón es real y existe para siempre.




No cortejéis a la muerte en el extravío de vuestras vidas,
ni os atraigáis la ruina con las obras de vuestras manos,
porque Dios no hizo la muerte,
ni se regocija con la perdición de los vivos;
ya que todo lo creó para que existiera.
(…) Porque Dios creó al hombre para la inmortalidad
y le hizo imagen de su mismo ser,
pero por envidia del diablo se introdujo la muerte en el mundo,
y tienen experiencia de ella los que son de su ámbito.

                                 Sabiduría 1, 12-15. 2, 23-25


            Enséñanos a computar nuestros días de tal modo,
            que llevemos al corazón sabiduría.
                                                
                                                                            Salmo 90, 12


 
            En quién me iré cuando me vaya? ¿En mi sí, o en su Sí inmortal?

                                                                                  Ananda K. Coomaraswamy


 
            ¿Qué es el Amor? Lo sabrás cuando tú seas Yo.
 
                                                                                  Mathnawî, Rumi

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