Cuántas veces somos como Lázaro, muertos que esperan una voz clara y poderosa para volver a la vida, auténticos zombis dominados por la inercia, los prejuicios y condicionamientos, y por ese enemigo sutil que adormece, aliena y mata: el exceso de comodidades, germen de pereza y hedonismo.
Sal afuera, nos dice Su voz; fuera de tus rutinas, tus mentiras y tus miedos; sal afuera del egoísmo, la avidez y la ventaja; fuera de esa casita de muñecas que confundes con lo real, mira que es un sepulcro oscuro y frío.
Cuántas veces, más muertos que Lázaro, nos quedamos en la "añadidura", olvidando lo esencial. Porque las palabras de Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida", no son solo promesa de eternidad. Ya ahora, aquí, sin que el cuerpo haya muerto todavía, Él resucita lo que en nosotros estaba muerto, nos despierta y nos llama a una nueva vida, ese reino de amor, verdad y justicia que nos empeñamos en no ver, cuando está tan cerca, tan dentro.
INERCIA
Perdemos el tiempo
cambiando cosas de sitio,
como si nos fuera la vida en ello,
y no nos va en ello.
Bodas, negocios, citas, mudanzas,
días que pasan, meses que aplastan,
años vacíos que parecen llenos.
Creemos avanzar,
ganar,
prosperar,
realizar,
prosperar,
realizar,
y solo cambiamos cosas de sitio.
Ni siquiera logramos cambiar nosotros mismos
en el loco trasiego que se lleva
los días que nos dieron para amar.
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