18 de junio de 2011

Un canto a la Providencia


Mateo 6, 24-34

          Nadie puede servir a dos señores, porque despreciará a uno y amará al otro; o al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida, pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana; porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su afán.


Comentario al Evangelio de hoy, por San Juan Crisóstomo:

           Ved qué ventajas nos promete Jesucristo y cuántos de sus mandatos nos son útiles, puesto que nos liberan de grandes males. El daño que nos causan las riquezas, dice, no es solo armar a los ladrones contra vosotros y llenar vuestro espíritu de profundas tinieblas; la gran herida que produce es que os arrancan  de la bienaventurada servidumbre de Jesucristo, para convertiros en esclavos de un metal insensible e inanimado.
           “No podéis servir a Dios y al dinero” ¡Temblemos, hermanos, ante la idea de que forzamos a Cristo a hablar del dinero como de una divinidad opuesta a Dios!
          ¿Pero cómo, diréis, han encontrado los antiguos patriarcas la manera de servir conjuntamente a Dios y al dinero? De ningún modo.
         ¿Pero cómo Abraham, cómo Job han lanzado tantas exclamaciones por su magnificencia?  Os respondo que no es necesario en absoluto denunciar aquí a los que han poseído las riquezas sino a los que han sido poseídos por ellas.
          Job era rico; se servía del dinero, pero no servía al dinero, era el dueño y no el adorador. Consideraba su bien como si hubiera sido de otro, se consideraba como el dispensador y no como el propietario. Por eso no se afligió cuando lo perdió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario