Cuando menos lo esperes, será la parte más
oscura de la noche. No es nuestra súplica la que trae de regreso al Maestro; Él
viene cuando ve que hemos completado nuestra preparación. El sufrimiento de
esperar está en proporción al gozo de la resurrección.
Thomas Keating
Jesús es
introducido en un sepulcro nuevo, como nuevo e intacto fue el vientre
inmaculado, escogido para su primera concepción, pues el enterramiento de
Cristo es el comienzo de una segunda, breve y maravillosa gestación.
La carne
humana de Jesús, su cadáver, se transforma milagrosamente en el cuerpo glorioso
que aparecerá ante María Magdalena, y después ante el resto de los discípulos
más cercanos.
A nosotros
también nos espera esa gestación callada y prodigiosa. Precisamente cuando todo
parezca haber acabado, comenzará lo nuevo, porque nuestra carne ha heredado,
por Él, el mismo destino de transmutación en cuerpo glorioso, inmortal e
imperecedero.
En
todos nosotros, seamos más o menos conscientes de ello, palpita un deseo de
resurrección. Y para todos los que siguen a Jesucristo y quieren imitarle, la vida
es un cortejo con la muerte. Vamos asumiéndola, afrontándola, venciéndola para
alcanzar el alba de la Resurrección. Por Él y con Él, vamos aprendiendo a unir
la Cruz, inevitable en este mundo de sombras y noches largas, con el anuncio
alegre de la Pascua.
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