Devuelve al polvo ese cuerpo que era polvo,
y
modela un cuerpo hecho de su propia luz antigua.
Rumi
Después de una corta y devastadora
enfermedad, Alicia Larrea, amiga del alma, ha decidido irse. Ayer fuimos a
decirle hasta pronto, porque no cabe un último adiós en un grupo de personas
que han comprendido que estamos en el mundo, pero no somos del mundo.
Nunca había asistido a un velatorio tan consciente y sereno. Personas velando, en el más real sentido de la palabra, despiertas, unidas. Nadie lloraba ni se angustiaba, mientras Alicia nos hacía un último regalo con este reencuentro alegre. ¿Alegre ante un féretro? Sí, alegre, como ella: una mujer joven y vital, generosa y atenta, audaz y libre. Ni un atisbo de desesperación, solo respeto y gratitud, aceptación, serenidad.
Nunca había asistido a un velatorio tan consciente y sereno. Personas velando, en el más real sentido de la palabra, despiertas, unidas. Nadie lloraba ni se angustiaba, mientras Alicia nos hacía un último regalo con este reencuentro alegre. ¿Alegre ante un féretro? Sí, alegre, como ella: una mujer joven y vital, generosa y atenta, audaz y libre. Ni un atisbo de desesperación, solo respeto y gratitud, aceptación, serenidad.
Nadie hablaba de Dios, nadie rezaba,
aparentemente, es probable que no haya funeral religioso, pero nunca he sentido con tanta intensidad la
presencia de Dios en un tanatorio. Tal vez sea porque Alicia, su familia, sus
amigos, han vivido, viven, para experimentar y compartir a Dios. Y el que cree en el Dios-Amor y lo
experimenta aquí, el que ha muerto al egoísmo, lo falso y lo accesorio antes de morir, no muere para siempre. Por eso, no
hace falta rezar cuando el encuentro es ya una oración de gratitud,
presencia y amor.
Un velatorio sin lágrimas, con pocas
y bien escogidas flores, un ataúd sencillo y cerrado, porque entre los que conocemos
y queremos a Alicia no hay morbo que alimentar. Un ataúd cerrado, donde cada
uno puede verse a sí mismo y recordar que la muerte es solo una transición, un
cambio de plano, una puerta que espero atravesar consciente y serena, como
Alicia, que no se ha ido, aunque no podamos verla con los ojos del
cuerpo, tan limitados.
Morir, dormir, tal vez soñar… La
muerte no es más que un sueño, una sombra de ilusión para quien ha desenmascarado
el sueño, la ilusión, la Maya de este mundo.
Echaremos de menos a Alicia con
los sentidos físicos pero no con el corazón, que sabe, porque lo siente, que el amor
nunca muere. Y los que aman viven para siempre.
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