21 de abril de 2012

Los que aman viven para siempre



                        Devuelve al polvo ese cuerpo que era polvo,
                        y modela un cuerpo hecho de su propia luz antigua.

                                                                                                         Rumi


            Después de una corta y devastadora enfermedad, Alicia Larrea, amiga del alma, ha decidido irse. Ayer fuimos a decirle hasta pronto, porque no cabe un último adiós en un grupo de personas que han comprendido que estamos en el mundo, pero no somos del mundo.
            Nunca había asistido a un velatorio tan consciente y sereno. Personas velando, en el más real sentido de la palabra, despiertas, unidas. Nadie lloraba ni se angustiaba, mientras Alicia nos hacía un último regalo con este reencuentro alegre. ¿Alegre ante un féretro? Sí, alegre, como ella: una mujer joven y vital, generosa y atenta, audaz y libre. Ni un atisbo de desesperación, solo respeto y gratitud, aceptación, serenidad.
            Nadie hablaba de Dios, nadie rezaba, aparentemente, es probable que no haya funeral religioso, pero nunca he sentido con tanta intensidad la presencia de Dios en un tanatorio. Tal vez sea porque Alicia, su familia, sus amigos, han vivido, viven, para experimentar y compartir a Dios. Y el que cree en el Dios-Amor y lo experimenta aquí, el que ha muerto al egoísmo, lo falso y lo accesorio antes de morir, no muere para siempre. Por eso, no hace falta rezar cuando el encuentro es ya una oración de gratitud, presencia y amor.
            Un velatorio sin lágrimas, con pocas y bien escogidas flores, un ataúd sencillo y cerrado, porque entre los que conocemos y queremos a Alicia no hay morbo que alimentar. Un ataúd cerrado, donde cada uno puede verse a sí mismo y recordar que la muerte es solo una transición, un cambio de plano, una puerta que espero atravesar consciente y serena, como Alicia, que no se ha ido, aunque no podamos verla con los ojos del cuerpo, tan limitados.
            Morir, dormir, tal vez soñar… La muerte no es más que un sueño, una sombra de ilusión para quien ha desenmascarado el sueño, la ilusión, la Maya de este mundo.
             Echaremos de menos a Alicia con los sentidos físicos pero no con el corazón, que sabe, porque lo siente, que el amor nunca muere. Y los que aman viven para siempre.

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