Noli me tangere, Correggio |
Pero aún no se dieron mucha cuenta
de que el mundo había muerto en la noche. Lo que aquellos contemplaban era el
primer día de una nueva creación, un cielo nuevo y una tierra nueva. Y con
aspecto de labrador, Dios caminó otra vez por el huerto, no bajo el frío de la
noche, sino del amanecer.
Chesterton
María
Magdalena es la primera testigo de la Resurrección , por eso puede dar testimonio de
ella. Nosotros también somos testigos de cómo el poder del Resucitado nos sigue
rescatando de las fauces voraces del egoísmo, el hedonismo, la vanidad y la
mentira. Es el mismo poder, la misma fuerza salvífica que nos anima, nos ayuda
a levantarnos cada vez que caemos y dar a nuestras vidas un sentido cada vez
más acorde con nuestra verdadera identidad.
Dichosos los que crean sin haber visto.
Y creer es realizar en la propia vida la misma experiencia de la vida de Jesús.
Creer es sentir su presencia en nuestras vidas, recordando que Él está con
nosotros todos los días hasta el fin del
mundo y que, antes de subir al Cielo, dijo: no temáis, pues yo he vencido al mundo. Si Él ha vencido al mundo
por nosotros, también lo hemos vencido con Él.
La
Resurrección, ese misterio inexplicable, se vuelve accesible cuando, con el
corazón abierto, expandimos la consciencia y aprendemos a mirar más lejos, más
alto, más hondo. Entonces recuperamos los ojos que ven y los oídos que oyen, y
descubrimos que el labrador no es tal, y, al oír nuestro nombre en Su voz recuperada,
volvemos a nacer, resucitamos.
Si
creer en Él supone, como desveló a Marta, no morir para siempre, creer en su
Resurrección es ya resucitar. Creer en Él, tratar de vivir como Él, hacer
nuestra Su experiencia… María fue la primera testigo de la resurrección, la
primera resucitada. El Suyo es el Cristo Resucitado, porque también supo hacer
suyo al Jesús que recorría los caminos polvorientos y enseñaba, curaba,
ayudaba, perdonaba, Aquel que no tenía donde reposar la cabeza. Pero, sobre
todo, porque hizo suyo al Jesús crucificado, siendo fiel hasta el final, como
casi nadie, como la Madre, como Juan, el apóstol amado, con quien tanto
comparte la discípula amada.
Resucitar con Él para seguir amando
y ayudar a los demás a alumbrar la nueva vida, para vivir de verdad, porque
hemos perdido demasiado tiempo sobreviviendo o dormitando. Dice Thomas Keating:
“La segunda venida de Cristo puede ocurrir de dos maneras: con el final de los
tiempos (sólo Dios sabe cuándo) o por nuestro acceso a la dimensión eterna
dentro de nosotros.”
Cuando uno
descubre, como María, que no puede vivir sin Él porque sin Él no es nada y con
Él lo es todo, empieza a buscarle dentro, hasta que logra acceder dentro de sí
a la dimensión en la que ya es uno con Él y con los hermanos.
Resucitar con
Él, hoy y cada día, hasta la definitiva Resurrección.
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